Ayer moría
asesinado por una palabra
y en la
agonía sólo me acompañaba la soledad
y como un
sepulturero con pala al hombro
el silencio
esperaba mi expirar.
Quien había
disparado tales municiones cargadas de veneno,
muere día a
día bajo el peso de su propia maldad.
Yo sobreviví;
siempre me levanta de entre los muertos
una mano que
da cuerda a mi viejo reloj;
siempre esa
misma mano me indica “ve, y sigue caminando”
no antes,
sin darme un fuerte y amoroso abrazo;
y así
prosigo peregrino, caminando entre municiones en el suelo,
entre
trincheras y heridos a palabrazos
alentando a
los caídos a levantarse y seguir sus caminos
porque esa
es la vida del soldado
esforzarse
y ser valiente y alentar a sus compañeros ;
y el que
nos cura las heridas en beligerancia,
el que nos
dice “levántate y anda” es nuestro Jesucristo
que nos
asegura la batalla ganada.
Diego Emilio Corzo.