Al despertar
vi a mí alrededor un centenar de inútiles cosas,
donde en
cada una de ellas creía encontrarme conmigo mismo;
despertaban
el orgullo de mis gustos y anhelos,
era mi pequeño
imperio, reflejo de mis pasiones,
pañuelo de
mis desaciertos y aciertos
y cada rincón
se comenzaba a llenar más y más.
Ese imperio
comenzó a quedarme pequeño,
incómodo y
polvoriento;
sin saberlo
era la tierra que cubría mi tumba.
¡Estaba
edificando con ella mi sepulcro!
Hoy estoy hastiado
de ello,
mi vida no
descansa en la materia de mis posesiones,
despierto sacando
los escombros de mis ojos
y puedo
vislumbrar en lo alto, en los cielos,
donde se
halla la verdadera Gloria,
que allí hay
descanso para mi alma,
que en los
cofres del reino celestial están, los verdaderos tesoros,
que dirán,
cuanto realmente he vivido.
Diego Emilio
Corzo.
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