Confundí un
instante con el infinito
y entregué
de mis labios los mejores besos,
de mi corazón,
los más profundos secretos;
no oculté
mi debilidad ni el pasado inalterable
puse mi
alma al sol para no quedar nada a oscuras.
Toleré lo
intolerable, esperé lo que nadie espera,
perdoné lo
que para algunos es imperdonable,
y
desaparecí en el silencio sacrosanto de la divina voluntad.
Hoy recojo
olvido desierto y despojos.
trago el
sabor de la desilusión
y el
consuelo de la revelación
he amado
ciegamente
y en
tinieblas palpaba lo que pensaba me pertenecía
cuando en
realidad ponían frente a mí,
un rostro
que no era real;
eran las
sobras de un viejo amor
el eco de
una entrega ajena
que
encontraba su saciedad…en mi.
Diego
Emilio Corzo.
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