El encierro se asemeja a la tumba
El fallecido desaparece del mundo
Es puesto en su nicho
Y de ves en cuando recibe una visita
Sólo que los muertos ya no sienten
Mientras que los presos han muerto al
tiempo
El tiempo se convierte en su verdugo
Y sus vidas se convierten en espectros.
Anhelan la libertad con esperanza
pero empuñan la insolencia como escudo
cuando al fin cumplen la condena
y salen de sus tumbas pero sus almas quedan
dentro.
Es triste la vida del condenado por sus
actos
Pero más triste cuando no siente
remordimiento
Y los que si se arrepienten y lloran su
culpa
A esos Dios perdona; a esos Dios los llama
hijo
Y aunque el mundo los juzgue y les ponga
títulos
Eso no les afecta, no por recelo o rencor,
Sino porque en éste mundo no está su ciudadanía,
Sino en los cielos, y el gozo de la vida
eterna.
Porque Dios mira el corazón de los hombres
Y no su apariencia, él sabe quien le ama y
quien le desprecia,
Y el carcelero que azotó a escondidas al
violador,
Al homicida, o al ladrón; y se enorgulleció
de hacer su justicia;
Sin tener en cuenta la justicia de Dios;
Será condenado en el día del juicio
por aquellos que él azotó,
Si éstos condenados arrepentidos confesaron
sus pecados
Y entregaron sus vidas al señor.
Porque los justos heredaran el reino de los
Cielos
Y el justo no es quien se jacta de su
justicia
Sino que pone la justicia de Dios antes que
la suya.
Diego Emilio Corzo
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