Te sabía de
memoria
te leía en
todos los idiomas
y en la
distancia tus silencios,
decían más
que tus palabras.
Podría dibujarte
tal cual eres
sin tener
siquiera idea de técnicas de dibujo,
podría enumerar
tus lunares
y el lugar
preciso de tus pecas.
Puedo saber
de tus intenciones
con sólo
mirar el movimientos de tus labios
y el
cristal de tus pupilas al mirar.
Y me digo ¿porqué
tuve que aprenderte tanto?
¡Cuánto me
cuesta desaprenderte
hasta hacer
de vos, una extraña!
y en esa
tarea que amerita la obediencia
te extraño
con esperanzas en Dios
que escribe
derecho sobre renglones torcidos.
Diego
Emilio Corzo.
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